Los Pirineos centrales – Bigorra y Bearne – se convierten en la primera mitad del siglo XIX en una de las regiones de Europa más destacadas por el desarrollo del turismo, especialmente termal. Guías y artistas consagran la región, atraídos por este entorno considerado virgen de las “contaminaciones” de la civilización y por los “sublimes horrores” de la montaña pirenaica.
Sin embargo, el imaginario pirenaico esconde una realidad significativamente distinta.
Sin embargo, el imaginario pirenaico esconde una realidad significativamente distinta. En efecto, con excepción del movimiento de exploración pirineísta, la frecuentación de los Pirineos en esta época se apoya en itinerarios muy fijados, claramente señalizados. Las aguas de Bigorra ya son un lugar de vacaciones en el siglo XVIII. Además, desde los primeros años del siglo XIX, la “buena sociedad” encuentra allí todas las comodidades posibles particularmente en términos de distracción: bailes, conciertos en el célebre Vauxhall de Cauterets o el hotel Frascati de Bagnères.
... la frecuentación de los Pirineos en esta época se apoya en itinerarios muy fijados.
Los balnearios bearneses de Eaux- Chaudes y Eaux-Bonnes en el valle de Ossau se están desarrollando en los años 1840, comunicados por una carretera muy transitable desde Pau que lleva sin impedimentos al corazón del valle, literalmente al pie de las montanas. Después de Bielle y Laruns, algunos expresan abiertamente su asombro, e incluso su decepción de llegar al centro del jardín de las Tullerías. “(…) Estoy en Eaux- Bonnes, y puedo, hasta cierto punto, exclamar:
¡Adiós los Pirineos! Más allá de las ciudades balnearias, todavía se utilizan las sillas de mano o las artolas – una especie de cestas colocadas en el lomo de un caballo para uno o dos pasajeros – con el fin de transportar a los viajeros a las cascadas y simas…
Leer u observar su viaje
Los comportamientos relativamente estandarizados encuentran eco – si no su origen – en las obras de los viajeros-escritores, que tienen mucho en común. De hecho, se desprende una fuerte impresión de “ya leído” a lo largo de las páginas. Todos se organizan según una trama común, jalonada por las etapas imprescindibles en los relevos de postas y lugares cercanos: ciudades y pueblos considerados notables en la época por sus monumentos materiales o inmateriales con respecto a la geografía, la arquitectura, la historia, la religión, la literatura – tanto escrita como oral – o los artes y tradiciones populares. Una vez en Bearne, Pau representa por ejemplo la primera verdadera etapa caracterizada por la memoria de Enrique IV.
El viaje se prepara muy cuidadosamente antes de la partida o se documenta durante la estancia mediante la lectura de relatos o guías que se hallan tanto en Londres y París como en los Pirineos: en las librerías (2), hoteles y hasta en los albergues. ¡Hacia 1850, el albergue que dirige Jeanne Lembeye en Laruns y el bar de su hijo en Eaux-Bonnes disponen de un gabinete de lectura de aproximadamente 300 libros: regionalismo, novelas, poesía, literatura europea, historia, filosofía, ciencias (3)!
El viaje se prepara muy cuidadosamente antes de la partida o se documenta durante la estancia.
Abundan las citas, cuando no es puro plagio. En el siglo XIV, Jehan Froissart ocupa un lugar destacado tanto para los ingleses como los franceses. Muchas otras crónicas históricas se movilizan en función de las épocas: el presidente de Thou, Monluc para el siglo XVI; Pierre de Marca (siglo XVII) y su Historia de Bearne como fuente de documentos de la época feudal… Cuando se trata de describir el valle de Ossau, Lady Costello (4) cita en 1844 “un escritor francés vivaz pero sarcástico”.
Se refiere en realidad a Adolphe Moreau, agente de cambio y gran coleccionista parisino, gestor del patrimonio de Eugène Delacroix y autor de un guía del que extrae un largo pasaje (5) traduciéndolo. Pero, a su vez, Lady Costello es leída y citada por Houbigant que, asimismo, alterna asiduamente con Moreau en las termas. Durante su primera visita a Pierrine Gaston-Sacaze, es otra vez Houbigant quien le ofrecerá el viaje de Ramond al Monte Perdido, el de Pasumot y Quinze jours dans les Pyrénées de Azaïs (6). También cita en su manuscrito a Dralet, Duusaux y, por supuesto, a Moreau ...
El monumentalismo
Miles de viajeros ponen así sus pasos en el camino real y literario que determina su juicio, estableciendo reputaciones ensalzadas a los punto de la pluma de los escritores. La redundancia de las obras, amplificada por la litografía y, más tarde, por las postales, representa un agente potente del monumentalismo de los sitios y de las prácticas culturales. Todos recurren al mismo proceso, “la obra coral”, combinando un lugar y uno o más objetos: Pau, su castillo, Enrique IV y elementos biográficos; Laruns, la indumentaria, los bailes, la fiesta patronal del 15 de agosto... Por cierto, se delimitan generalmente estos temas de manera considerable y se les asocia a determinados lugares y contextos. Así, el vestido – probablemente el elemento más preciado –, primer elemento del folclore y de los nacionalismos que surgen en la época, el más fácil de acceso también, está descrito con los mercados de Pau o de Tarbes como tela de fondo. Del mismo modo: indumentaria, bailes y cantos en Bearne solamente se relacionan con las fiestas pueblerinas del Alto Ossau, especialmente las de Laruns, algo que también forma parte de la vida de los balnearios.
Un manuscrito especial
El manuscrito Houbigant relata cada una de las etapas del viaje de Paris a Eaux- Bonnes, poniendo particular énfasis en la descripción de la estancia en el valle de Ossau. Se parece tanto al relato de viaje que describe paisajes y escenas pintorescas como al libro estadístico por su detallismo respecto de las características geográficas, económicas y culturales de las regiones atravesadas. Constituye un ejemplo perfecto de la cultura del viaje en esta época, por su composición – que se realizó a posteriori – en excursiones o temáticos, sus numerosos dibujos y esbozos originales, y asimismo por la selección de una cuarentena de litografías.
Sin ser necesariamente inmune a los prejuicios de la sociedad de entonces, Houbigant se distingue de los otros autores por su empatía y su letra sencilla, que se deben probablemente a que esta redacción se destina a la familia. Lejos de los impulsos líricos ante el espectáculo de la montana pirenaica, el manuscrito ofrece un testimonio más encarnado de la vida en las termas y de ciertas figuras locales con quienes Houbigant a veces pasó muy poco tiempo, como el viejo alcalde de Laruns salido directamente del siglo XVIII del que efectúa un retrato realmente conmovedor en pocas palabras. Más allá, el manuscrito presenta numerosas sainetes en las que lo pintoresco compite con el interés etnográfico e histórico. En contraste con las obras publicadas, representa así un testimonio esencial sobre la vida en las termas en un tiempo en que el turismo balneario estaba en plena expansión en el valle de Ossau.
Jean-Jacques Castéret
InÒc–Aquitaine / Laboratoire ITEM de l’UPPA
(1) Henri NICOLLE, Les Eaux-Bonnes, souvenirs de la saison de 1850, Paris, Amyot, 1851, pp. 10 et 13.
(2) Cf. Jean FOURCASSIÉ, Le romantisme et les Pyrénées, Toulouse, E.S.P.E.R. Annales Pyrénéennes, 1990, p. 68.
(3) Cf. Paule BÉTÉROUS, « Sur un poète béarnais retrouvé », Garona, 12, 1995, Maison des Sciences de l'Homme d'Aquitaine, p. 84.
(4) Louisa Stuart Costello, Béarn and the Pyrenees, a legendary tour to the country of Henri Quatre, 2 vol., London, Bentley, 1844, 428 et 391 p.
(5) Idem, T.1, p.128.
(6) Armand Gustave Houbigant, Voyage dans les Pyrénées 1841-1854, Vol. 1, 1841, B.M. de Pau, ms. 124, p. 243.