El nombre de Adolphe Moreau surge en el texto de Houbigant en repetidas ocasiones, por lo general siempre a propósito de alguna actividad o excursión, algún encuentro o iniciativa que ameniza o salpimienta su estancia estival en los Pirineos.
Nacido en 1800, Moreau era el tercer hijo de un importante negociante de madera asentado en París quien le ofreció en 1824, una vez finalizados sus estudios de letras y derecho, un puesto de agente de cambio y bolsa que iba a compartir con su hermano.
El Sr. Moreau (padre) lo consideraba probablemente una manera de estabilizar a un hijo que tomaba partido por los ideales románticos y por Grecia en su lucha contra los turcos. Iniciada hacia 1820, la revolución griega conmovió a los amantes de la libertad proclamada por la revolución francesa, y la pluma de Lamartine no fue la última en interpelar las conciencias occidentales. Un corriente de ideas y solidaridad iba emergiendo: el “filhelenismo”. Numerosos europeos – sean refugiados políticos, soldados despedidos, mercenarios, revolucionarios profesionales, estudiantes marginales, románticos o aventureros – se presentaron voluntarios para luchar junto a los griegos.
Entre ellos, Delacroix trabajó este mismo año 1824 con afán a los Massacres de Scio [Chio], vasta pintura que recuerda el drama de esta isla griega en el mar Egeo que los turcos destrozaron en 1822. Los filhelenistas se unieron y, en 1823, el Comité griego de Londres [London Greek Committee] se constituyó; Lord Byron ofrecía el modelo de un compromiso ejemplar y su muerte en 1824 convirtió al movimiento filhelenista en cruzada romántica. En 1826, los artistas parisinos organizaron una exposición-venta de obras en beneficio de los griegos en la galería Lebrun, mientras con la destrucción de Missolonghi (ciudad griega en el mar Jónico) la emoción alcanzaba niveles máximos. Chateaubriand puso su pluma al servicio de la causa helenista: “¿Verá nuestro siglo hordas de salvajes extinguir la civilización renaciente en el sepulcro de un pueblo quien civilizó la tierra, dejará la cristiandad que los turcos degüellen a cristianos sin inmutarse, y consentirá la legitimidad europea que se atribuya su nombre sagrado a la tiranía que habría enrojecido a Tiberio sin indignarse?”
Se entenderá entonces que el hecho de compartir semejantes horas e ideas participe del placer recíproco de Moreau y Delacroix [fr] cuando se vuelven a encontrar en Eaux-Bonnes en 1845.
¿Qué condujo a Adolphe Moreau a Eaux- Bonnes por primera vez en 1839?
El motivo fue la salud de su mujer, de cuatro años más joven que él; su hijo Adolphe, de doce años, los acompañaba. El doctor Darralde [fr] recomendó que se renovaran regularmente los tratamientos termales y desaconsejó el regresar a París antes de un año, con lo cual la familia se estableció en Pau entre las temporadas 1839, 1840 et 1842. Volverá cada verano a Eaux-Bonnes durante una quincena de años. El testimonio del hijo de Moreau es esclarecedor para medir el dinamismo de éste en plena temporada termal en el transcurso de las primeras estancias:
“Pau y Eaux-Bonnes lo habían inmediatamente conquistado. Se había dedicado con intenso esmero al desarrollo de sus encantos. La sociedad de la cuidad de invierno así como de la ciudad de aguas habían encontrado en aquel parisino arrancado de sus ocupaciones sedentarias un auxiliar emprendedor e incansable tanto de su bien estar como de sus placeres. Multiplicación y mejoramiento de los albergues, desarrollo del confort, expansión de los transportes y perfeccionamiento de los vehículos: tales fueron sus primeras preocupaciones. Luego se lo había visto organizar excursiones, encender el entusiasmo de los bañistas y de los turistas, encargarse con algunos cooperadores celosos de la animación de las fiestas y de los bailes, aprovechar la buena voluntad de los artistas para conciertos de caridad y la liberalidad de toda la colonia extranjera en general en cuanto a las loterías cuyos beneficios se destinaban a alguna obra local […] No contento con involucrarse en la preparación de las distracciones de todo índole, aún tomaba la pluma para sus queridos montañeros y sus huéspedes.”
En efecto, le debemos la redacción de un Itinéraire de Pau aux Eaux-Bonnes et aux Eaux-Chaudes, por un turista, publicado por Vignancour en Pau en 1841. Por este motivo, el aprecio recíproco que sentían estaba suficientemente arraigado para que Moreau le pidiese en 1842 a Houbigant que le confiase su diario “que sabía que había escrito con bastante precisión, a fin de insertar en la nueva edición de su guía a Eaux-Bonnes, ciertas observaciones que mis abundantes paseos me habían permitido hacer”. Al escribir esto, Houbigant emitía un juicio sobre su propio trabajo.
A partir de 1834, A. Moreau empezó a coleccionar arte, adquiriendo hasta su muerte en 1859 un conjunto de 200 cuadros (entre los cuales Decamps, Delacroix, Diaz, Marilhat, Roqueplan, Philippe y Théodore Rousseau o Constant Troyon). Su hijo, maître des requêtes1 ante el Consejo de Estado, destacará como acuarelista, grabador y crítico de arte, autor en 1873 de un libro sobre Eugène Delacroix. Su propio hijo, Etienne Moreau-Nélaton (1859-1927), pintor, coleccionista, autor de obras relativas al arte, es el célebre donante al Museo del Louvre de la colección epónima mientras vivía en 1906 y cuando falleció.
Volviendo al tema de Eaux-Bonnes, cabe saber que fue a raíz de su encuentro en los Pirineos que Delacroix confió, a partir de 1845, la gestión de su patrimonio a Adolphe Moreau, que merece el lugar de honor en su círculo de seguidores y mecenas.
Hélène Saule-Sorbé, profesora universitaria de Artes Plásticas
Universidad Michel de Montaigne - Burdeos 3
Más información
- Delacroix aux Pyrénées, présentation de Pierre C. Lamicq, Les Amis du Musée pyrénéen, Lourdes, 1975.
- Ce lien vers le site de Institut national d’histoire de l’art donne un excellent aperçu de la fibre collectionneuse de la dynastie Moreau-Nélaton.