Henri Béraldi introduce la palabra en 1898 en las primeras páginas de Cent ans aux Pyrénées. Abarca una triple dinámica: “ascender, sentir, escribir”. La articulación imperativa de los tres verbos transitivos, que pone como premisa la imposible separación entre experiencia física de la montaña y elaboración cultural, otorga a este concepto una riqueza considerablemente mayor que la del “alpinismo”, esencialmente deportivo y dirigido hacia los resultados. En la práctica, el pirineísmo antecede por más de un siglo su concepción verbal. El pionero era Ramond de Carbonnières, de múltiples aptitudes, moldeado por el afán científico del siglo de las Luces y por la sensibilidad prerromántica. Es el paradigma de una herencia renovada y moderada a la vez.
Ascender, sentir, escribir
Por otra parte, en la mente de sus diversos difusores en torno al 1900, se tiñe de cierto activismo, que reivindica según unos el tener en consideración a los Alpes de manera aceptable, y según otros una identidad cultural regional. A la vez experiencia de la montaña, manera de ser en la montaña, cultura por y de la montaña - siendo cada uno de los tres ejes susceptible de tener un papel destacado en función del actor - el pirineísmo tiene vocación a reinventarse. Así, con Henri Brulle nació el pirineísmo de la “dificultad”, para los especialistas de la escalada en hielo y en roca. Asimismo, existen múltiples maneras de ser pirineísta.
Cuando la montaña le ha cautivado el corazón, todo viene de y lleva a ella.
En 1907, Louis Le Bondidier esboza un perfil mediante sus chispeantes Variations sur des thèmes pyrénéistes. “Para convertirse en perfecto pirineísta, enuncia, es casi imprescindible no haber nacido pirineísta.” En lo que atañe al pirenaico, “la costumbre lo ha preservado del contagio, el virus inoculado desde la infancia pasa a ser un suero: el pirenaico de nacimiento está vacunado contra el microbio pirineísta”. De hecho, parece que la apropiación del patrimonio pirineísta que desentrañan las páginas de Cent ans aux Pyrénées haya por mucho tiempo correspondido a extranjeros del lugar, llegados allí de todas partes, conquistados por lo que descubrieron. Hasta el punto de escribir como Schrader: “Cuando la montaña le ha cautivado el corazón, todo viene de y lleva a ella”.
En 1925, con motivo de la necrología de Franz Schrader, Le Bondidier perfecciona su concepción del pirineísmo: “Para algunos (…) el ascenso es un fin. Para otros, sólo es un medio”. La primera teoría se encarna en montañeros – por ejemplo Henry Russell – para quienes la montaña es ante todo “una sensación”; la segunda en Ramond, Schrader, o sea sabios, “hombres en los cuales domina la ciencia”, a quienes “la montaña puede proporcionar un documento” más allá de la sensación. Le Bondidier también habla del pirineísmo en términos de “manía”, que se acompaña con el virus de la colección. El pirineísta puede de tal manera coleccionar tanto las especies botánicas, los 3000 metros como libros sobre los Pirineos. Así, André Wahl, de la librería de los Alpes en París, vulgarizador privilegiado de la literatura de montaña, observaba en noviembre de 1935: “Deseo rendir especial homenaje a mis clientes pirineístas. La inmensa mayoría de ellos poseen un conocimiento literario y bibliográfico de su materia, peculiar en los aficionados alpinos”.
Herederos de Brulle, Pierre y Jean Ravier* utilizan la expresión “entrar en pirineísmo”, al igual que se entraría en religión, en la medida en que una nueva hazaña montañera puede inscribirse en los hitos dejados por el pasado. Ir a escalar una cima también es recorrer su historia, y solamente confiere al nuevo reto más valor o sabor. Joseph Ribas* proporcionó su versión muy recientemente: “El pirineísmo integra lo vivo y lo cultural en el paisaje: a su entender, lugar de encuentro, lugar de intercambio”.
Por ser un aficionado ilustrado y curioso, Houbigant pertenece sin duda alguna a la primera generación del pirineísmo en el sentido en que, instruido de antemano acerca de nuestras montañas, nos legó sobre ellas un testimonio que nos enseña mucho de lo que constituye una estancia en Eaux-Bonnes en los años 1840.
Hélène Saule-Sorbé, profesora universitaria de Artes Plásticas
Universidad Michel de Montaigne - Burdeos 3
Más información
- H. Beraldi, Cent ans aux Pyrénées, 7 vol., Paris, 1998-1904 ; Le Passé du Pyrénéisme, 5 vol., Paris 1911-1920
- Louis Le Bondidier, “Variations sur des thèmes pyrénéistes” in Revue Philomatique, n°2 - 1907, Bordeaux ; “Schrader Pyrénéiste” in Bulletin pyrénéen, n° 174, 1925
- Le Cahier des Hautes-Pyrénées, n° 3 : “Le Pyrénéisme”
- Joseph Ribas, Petit précis de Pyrénéisme, Loubatières, Portet-sur-Garonne, 1998
- Le Dictionnaire des Pyrénées, André Lévy dir., Editions Privat, Toulouse, 1999 (pp. 678-683, article H. Saule-Sorbé, d’où est extraite la notice ci-dessus)